“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”.
Juan 15,13
“Estoy cansada, mis problemas me abruman. No creo poder salir de este laberinto”, palabras como estas hemos y seguimos escuchando e incluso diciendo. La vida y su afán no son agradables pero tenemos la esperanza muy dentro de nosotros que todo aquello cambiará en algún momento.
“La vida es hermosa”, escuchamos decir a otros tratando de alentarnos a seguir el espinoso camino. “Tú no estás viviendo lo que yo”, respondes con un tono nada agradable. Crees que aquellos que te llaman a vivir en esperanza no son más que charlatanes. Eso no es verdad.
Cuando alentamos a otras personas creo yo lo hacemos porque no deseamos ver esa expresión decaída en su rostro. Cuando preguntamos el por qué de esa carita triste y apagada es porque de alguna u otra manera queremos ayudar. Sin embargo, no lo hacemos. Preferimos mantenernos al margen ya que piensas que no eres nadie para entrometerte.
Personalmente creo que te equivocas y de gran manera. Recuerda que la razón por la que estamos en este mundo es para nada más y nada menos que amar a Dios con todo nuestro corazón, mente y fuerzas y aquí viene el segundo y gran mandamiento AMAR A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.
Acaso ¿No te agrada que te animen cuando estás triste? ¿No aprecias a ese muchacho o muchacha que hace mil chistes o muecas con el único objetivo de ver una sonrisa en tu rostro? Creo que la respuesta es Sí.
Cuando presenciamos a otros preocuparse por nosotros sentimos que nuestro corazón se desborda de alegría. Es hermoso sentirse amado o amada. Sentir que le importamos a otros es como sentir que las fuerzas se renuevan. Recordemos que estamos en esta tierra para vivir una vida pero no una cualquiera sino una de abundancia.
Sabes cuan necesario es un abrazo en los tiempos difíciles o una llamada telefónica diciéndote “estoy contigo”. Sé que es nuestro Señor Jesucristo quien nos renueva las fuerzas pero también sé que nosotros no estamos pintados. Actuemos, preocupémonos por el bienestar del vecino(a), del hermano(a), de nuestros padres, de nuestros amigos de la universidad.
No nos conformemos a ser espectadores, no seamos indiferentes. Créeme que con un ¿Cómo estás? seguido de un cuéntame te escucho, basta. El amor hay que vivirlo todos los días y no sólo con nuestros seres queridos, parejas y hermanos en Cristo, sino también con cualquier rostro triste que deambula por nuestras narices y nosotros ni importancia le damos. Amar a nuestro prójimo es hermoso. Recordemos que cada vez que ayudamos a alguna persona es como si ayudáramos a nuestro mismo Señor, ya que todos somos creación de él, por lo tanto todo se relaciona con él.
Te invito a que llames, escribas, o busques a tus amigos, conocidos, hermanos, padres y les digas te amo, te quiero, te estimo, me importas y mucho dime ¿cómo te fue hoy? Y por favor aprendamos a escuchar y no sólo oír. Estoy segura que nos gustaría mucho que nos escuchen de corazón y no sólo nos sigan la corriente, no hagamos con otros lo que no quieres que hagan contigo.
¿Cómo estás? ¿Tuviste un mal día? No te preocupes más. Mi anhelo más grande es escucharte. Cuéntame acerca de ti. Me importas mucho amigo(a)
Autora: Estephany Cordova V.
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